Tras la estela de la Pinta: el medio siglo de la histórica Regata del Descubrimiento

 

El Monte Real Club de Yates organizó en 1972 la regata oceánica más importante de las celebradas hasta entonces en cuanto al número de participantes. 48 barcos de 35 clubes de 11 países con unas 500 personas a bordo partieron el 29 de junio de Bermudas rumbo a Baiona con el objetivo de replicar la navegación que 479 años antes, en 1493, había realizado La Pinta de Pinzón en su retorno a España para dar noticia de un nuevo continente, que se llamaría América. Conocida como la Regata del Descubrimiento, Discovery Race o BB (Bermudas-Baiona), en ella participaron algunos de los empresarios estadounidenses más destacados de la época, gente como el magnate de la prensa Beaver Brook; y un único español, el vigués Alfredo Lagos, quien con su presencia ayudó a acallar los comentarios de la prensa que tildaba de poco aventureros a los regatistas españoles por no ser partícipes de la travesía. Hoy, 50 años después de aquella competición, los archivos de los organizadores (MRCYB, New York Yacht Club, Royal Bermuda Yacht Club y The Cruising Club of America) apenas conservan unos pocos documentos y fotografías de su celebración pero todos recuerdan muy bien lo que fue: una de las regatas más importantes en la historia de la navegación, con el número de participantes más elevado hasta el momento.

Es un reportaje de Rosana Calvo,
responsable de comunicación del MRCYB

 

Grímpolas de los clubes organizadores y recorrido de la prueba (en rojo) y de la Pinta (azul)

 

“Maltrecha la nao por los temporales pero no los corazones”. Así describen los documentos históricos (y también el monolito conmemorativo erigido en la villa marinera de Baiona) la arribada, el 1 de marzo de 1493, de la carabela Pinta de Martín Alonso Pinzón al puerto gallego con una de las noticias más importantes de la historia de la humanidad: el descubrimiento de América.
479 años después de ese capítulo, el Monte Real Club de Yates, uno de los clubes más destacados de España ya por aquel entonces, impulsó en su honor la regata más importante de la época, una competición de más de 3.200 millas en la que los participantes replicarían el recorrido de la carabela a través del Atlántico.

La llamaron, como no podría ser de otra forma, la Regata del Descubrimiento, Discovery Race o BB (por Bermudas-Baiona), y en su organización colaboraron mano a mano con el Monte Real, el New York Yacht Club, el Royal Bermuda Yacht Club y The Cruising Club of America.

Es difícil atribuir una paternidad a la idea inicial de la regata. Muchos hablan de Fernando Solano, quien avanzó en las negociaciones del patrocinio con Fraga y de la organización con los clubes implicados. Otros nombres que figuran en los registros como principales impulsores son los de Richard B. Nye (presidente del comité de regata), Hugh C.E. Masters (comodoro y presidente del comité del Royal Bermuda Yacht Club), y José María de Gamboa (presidente del comité español de la regata).

También propiciaron la celebración de la competición y formaron parte del comité español el que fuera alcalde de Vigo, José Ramón Fontán; uno de los históricos de la vela en Galicia, recientemente fallecido, Fernando Massó; el patriarca de los Gándara, José de la Gándara; José María Padró; el industrial vigués Alfredo Lagos; el presidente del Monte Real hasta 1971, Alfredo Romero (al que le sucedería en el cargo Carlos Zulueta entre el 71 y el 73); y el comodoro del club baionés hasta el 71, Manuel Varela.

Una regata cocinada a fuego lento durante una década

Fue una regata que se cocinó a fuego lento durante nada más y nada menos que 10 años, desde el 1962, cuando se empezó a hablar de su celebración; hasta el 1972 cuando finalmente se disputó. Entre medias, el proyecto se presentó formalmente al por aquel entonces Ministro de Información y Turismo español, Manuel Fraga Iribarne, que acabaría aprobando su patrocinio; se expuso a los clubes americanos que finalmente se implicarían en el evento junto con el Monte Real (el New York Yacht Club y el Royal Bermuda Yacht Club); y en 1969 se celebró la primera reunión oficial con la Federación Española de Vela.

En 1970, dos años antes de su celebración, ya existía un folleto propagandístico de la regata, para la que, en un principio, se propuso el nombre de “The Race of Discovery for La Pinta Trophy TransAtlantic”, que finalmente se simplificaría a “The Discovery Race”. En él que se explicaban todos los detalles de la competición. Sería una prueba de unas 3.000 millas de recorrido que se llevaría a cabo con la única condición de que se inscribiesen en ella un mínimo de 15 barcos.

La regata más importante y multitudinaria de la época

Las previsiones de participación, no muy elevadas en sus comienzos, acabaron superando todas las expectativas y la Regata del Descubrimiento contó finalmente con un total de 57 inscritos (de los que acabaron partiendo 48), convirtiéndose en la regata más importante de las celebradas hasta la fecha, con el número de participantes más elevado de todos los tiempos.

 

Manuscrito con datos de algunos de los participantes en la prueba

 

Entre los barcos inscritos, la mayoría de entre 40 y 60 pies (entre 12 y 18 metros), el más pequeño fue el francés Penélope III, de Alain Maupas Trinidad, con 40 pies de eslora / 12 metros; y el Beayondan de Patrick E. Haggerty, de 81 pies de eslora / 24,6 metros, el más grande.

Como curiosidad, destacar que hubo veleros, como el New World, de 43 pies / 13 metros, del norteamericano Phillip Davies, que fue construido específicamente para la regata; y que en la prueba, que contó con la presencia importantes empresarios estadounidenses, participó también el segundo barón Beaverbrook, hijo del archiconocido magnate de la prensa británica William Maxwell Aitken (Lord Beaverbrook), fundador de periódicos como el Daily Express o el Sunday Express.

 

Alfredo Lagos (izquierda) con Jim Pugh en la Regata del Descubrimiento 1972 (Foto cedida por la familia Lagos)

 

Alfredo Lagos, el único español a bordo

Entre todos los inscritos solo había un español: el reconocido industrial vigués y experimentado regatista Alfredo Lagos, hijo del fundador y director durante más de 50 años de Astilleros Lagos, una de las empresas con más prestigio a nivel mundial por sus trabajos en la construcción y restauración de barcos clásicos de madera.

Con su presencia como tripulante a bordo del Dora, Lagos ayudó a acallar los comentarios de la prensa de la época, que tildó de “poco aventureros” a los regatistas españoles por no querer participar en la regata (o por no atreverse, como incluso llegaron decir algunos, por “riesgo y miedo”).

 

Ilustración de la Regata del Descubrimiento con veleros y carabelas

 

Una regata marcada por la meteorología

La Regata del Descubrimiento tenía fijada su salida el 28 de junio de 1972 desde el histórico golfo de Las Flechas (llamado así por las flechas que lanzaron los miembros de la tribu de los Ciguayos contra los españoles en el considerado primer incidente contra la invasión europea en América), tal y como había hecho la Pinta el 16 de enero 1493, pero por razones técnicas acabaron zarpando un día después desde el puerto de Hamilton.

 

Bermuda antes de la salida (Foto cedida por la familia Lagos)

 

Por delante, los 500 participantes a bordo de 48 barcos de 35 clubes de 11 países, tenían una singladura de 3.200 millas náuticas / 5.926 kilómetros (según el recorrido oficial), aunque todos esperaban que fuesen más (cerca de 4.000 / 7.408 km) por los vientos y corrientes que influirían en su periplo. Y lo cierto es que la meteorología acabó afectando, y mucho, a la prueba.

Cuando se dirigían desde Nueva York a Bermudas para la salida de la prueba, algunos barcos sufrieron los efectos de un tifón, lo que obligó a cuatro de ellos a abandonar la competición y a retrasar un día la salida para que el resto pudiesen hacer algunas reparaciones. Después, una vez iniciada la travesía, el mal estado del mar dificultó la navegación. Y a los pocos días, más problemas. Se sucedieron varias jornadas de encalmadas que originarían un considerable retraso en la culminación de la prueba.

 

La escuela náutica pesquera Nieto Antúnez elaboró un folleto sobre los factores meteorológicos

 

La Regata del Descubrimiento fue la primera competición internacional que obligó a las tripulaciones a dar su situación todos los días, algo que, además de generar seguridad, facilitaba las tareas del comité de regata para controlar a la flota y los trabajos de la prensa de la época para narrar la evolución de la prueba. Pero lo que en un principio funcionó sin problemas, pronto se torció. Los participantes dejaron de cumplir con el requisito porque también facilitaban información a sus rivales y la prueba se desarrolló prácticamente en su totalidad, salvo contadas excepciones, sin un seguimiento real y continuo de los veleros.

Se sabe, por los datos aportados en los primeros días, que los veleros tomaron tres rutas distintas de navegación. Unos optaron por la ruta más corta y directa, otros se fueron hacia el norte en busca de vientos más favorables y el resto navegó hacia el sur. Pero cuando realmente empezaban a tomar distancia unos de otros, llegaron las encalmadas y las tripulaciones no lograron establecer ventajas importantes, quedando prácticamente todos agrupados en pelotón mientras duró la falta de viento.

A los cuatro días de iniciada la prueba, los radiogramas enviados a Nueva York, anunciaban al Buccaneer de Tom Clark (Nueva Zelanda) en cabeza. En la isla de las Flores (Azores), única marca fijada en el recorrido transatlántico de la regata (a 850 millas / 1.574 km de la meta), el Charisma capitaneado por Jessie Phillips (Dayton, Ohio) iba primero, seguido por el Carina de Richard S. Nye y el Jubilee III, de la Academia Naval de los Estados Unidos, capitaneado por el comandante Howard Randall.

A mediados de julio, un hidroavión Canadair CL-215 del Servicio de Búsqueda y Salvamento llegó a Vigo para hacer su primera operación de exploración en un radio de acción de unas 200 millas / 370 km. de Baiona, pero los resultados fueron negativos. En una segunda salida logró localizar a uno de los participantes, el Solution, a 6 millas / 11 km de A Guarda, pero la tripulación había arriado velas y enfilado rumbo al puerto de Vigo, con lo que dio a entender que se había retirado de la competición. Algo más lejos, un grupo de pesqueros avistaron, a la altura de las islas Berlengas (al norte de Lisboa), al grosso de las tripulaciones.

El Blackfin, primero. El Carina, ganador.

Aunque estaba previsto que los barcos de la Regata del Descubrimiento llegasen a Baiona el día 14 de julio, no fue hasta el día 18, a las 12:15 cuando el Blackfin (de bandera norteamericana, vela número 8910, 73 pies de eslora / 22, 25 m. y 16 aventureros a bordo), liderado por Kenneth W. DeMeuse, cruzó la línea de llegada, una línea imaginaria que dejaba la Torre del Príncipe (en donde hacían guardia algunos de los chicos de snipes y cruceros como los hermanos Fontán, Quico Arbones, Humberto Cervera y otros) a 180º magnéticos. A excepción de la encalmada que se encontró a la salida de Bermudas, el velero navegó prácticamente todo el resto el recorrido sin problemas, aprovechando un canal de viento. Lo hizo en solitario, invirtiendo un total de 453 horas, y al llegar, los 15 tripulantes arrojaron a su capitán por la borda para celebrar el triunfo.

 

El Blackfin, diseñado por Bill Tripp para Ken DeMeuse, de San Francisco

 

DeMeuse, agotado y con el pelo revuelto del chapuzón, llamó a su país para decir que había llegado, se pidió un cubalibre con mucho hielo y atendió a los medios de comunicación. Comentó que la regata “no fue tan difícil como larga”, explicó que se hizo complicada por momentos al cruzarse con vientos muy fuertes o con ningún viento, pero que tanto la tripulación como el barco (“que es bueno y rápido”, aseguró) funcionaron muy bien.

 

Noticia publicada en La Voz De Galicia el 19 de julio de 1972

 

Horas después, en torno a las ocho de la tarde, arribó al viejo continente el segundo barco, el Jubilee III, de la Academia Naval de los Estados Unidos, un velero de 22,25 metros y el número 1800 en su velamen. Iba tripulado por 17 personas, patroneado por el comandante Howard Randall y, al igual que le había pasado al Blackfin, también tocó contra los bajos de Carallones.

El 21 de julio, tres días después de haber cruzado la línea de llegada las primeras embarcaciones, aún había veleros por finalizar la travesía y entre ellos estaban algunos de los que podrían proclamarse vencedores absolutos (por el sistema de compensación de tiempos que se aplicaría para nivelar las diferencias entre los barcos grandes y pequeños). El último yate en llegar, el Tanatara, lo hizo el día 22, y fue entonces cuando se reveló la clasificación definitiva de la competición.

 

Alfredo Lagos tras la llegada de la Regata del Descubrimiento en 1972 (Foto cedida por la Familia Lagos)

 

El ganador de la Regata del Descubrimiento Bermudas-Baiona de 1972 fue el Carina, de la clase B, patroneado por Richard “Dick” S. Nye, con 391 horas, 52 minutos y 39 segundos. Le siguieron en la tabla el Prim (Gibbons Neff Jr.), de la clase B, con 344 horas, 44 minutos, 19 segundos; y el Aura (Wallace Stenhouse), también de la clase B, con 395 horas, 27 minutos, 19 segundos. El Blackfin, el primero en arribar a las aguas de Baiona el día 18, quedó finalmente en el puesto 42 de la clasificación general.

A Richard S. Nye (1904-1988) le llegó tarde su amor por el mar y no sabía apenas nada de navegación cuando en 1945 se compró el Carina, pero pronto empezó a navegar y acabó compitiendo en regatas de larga distancia, que se convirtieron en su pasión. Participó en un gran número de ellas y llegó a ganar 7 transatlánticas, entre ellas la Bermudas Baiona, en la que se impuso con el primero de sus tres Carinas.

El patrón atribuyó (siempre lo hacía) el éxito en esta regata y otras tantas que ganó al buen hacer de su tripulación, compuesta por su hijo Richard B. Nye, como primer oficial, y otros miembros de su familia y amigos cercanos.

Los que le conocieron dicen que no navegaba para ganar, sino porque era un verdadero apasionado del mar. A la posteridad pasó su frase: «¡Está bien, muchachos, pueden dejar que el barco se hunda!», pronunciada tras finalizar la Fasnet Race de 1957 en un Carina muy dañado por la dura competición.

 

Richard S. Nye – Patrón del Carina

 

Su victoria en la Regata del Descubrimiento tuvo gran un eco mundial y en la difusión final del evento todos coincidieron en señalar el gran éxito que había supuesto la prueba.

La Regata del Descubrimiento, mucho más que una regata

En un encuentro con periodistas, el presidente del Monte Real Club de Yates y vicepresidente del comité español encargado de la organización de la llegada, Carlos Zulueta, resaltó los resaltó los cuatro aspectos más significativos de la regata: económico, turístico, histórico y deportivo.

La competición, patrocinada por el Ministerio de Información y Turismo (al entender que serviría para promover turismo del más alto nivel y ofrecer a las Rías Gallegas una competición deportiva de alto rango internacional), se había convertido en la de mayor participación hasta la época y las reservas de alojamientos hechas en Baiona habían repercutido en los hosteleros con una cifra que superó el millón de pesetas. Restaurantes, taxistas y otros negocios también hicieron caja durante la estancia de los norteamericanos en la villa marinera.

Alfredo Lagos, único español en la competición, se quejó, una vez acabada, de la poca atención que le había dedicado la prensa nacional y la televisión. Culpó a “una fuerza oculta que trata de minimizar todo lo de Galicia, que nos traslada a épocas anteriores a la de los Reyes Católicos. Ustedes ya saben -decía Lagos en un reportaje especial para la revista Pesca y Náutica- que cuando cae una gota de agua en Estaca de Bares, aunque en Baiona tengamos un día ideal, la frase es “Llueve en Galicia”. Para muchos Galicia está muy lejos, las carreteras son muy malas, hay muchas vacas y las mujeres llevan la carga en la cabeza. Los que sólo piensan esto, es mucho mejor que no vengan”.

 

José Ramón Fontán repartiendo recuerdos al Apollo en los pantalanes del Monte Real Club de Yates

 

Lo cierto es que todos recibieron a las tripulaciones con los brazos abiertos y los regatistas pudieron disfrutar durante varios días de la cultura, paisaje y gastronomía de Galicia. En Vigo, en los jardines del Pazo Quiñones de León, se les organizó una cena amenizada por grupos folclóricos. En Baiona, otra cena y un gran baile.

Asistieron también al famoso curro de Mougás y comieron sardinas asadas, empanada y pulpo en un refugio del monte. Y al acabar, muchos de ellos participaron en un crucero por las rías gallegas desde Baiona hasta Fisterra, navegando por los puntos más turísticos de la Galicia costera y realizando una excursión en autobús a Santiago de Compostela.

 

En el rally por las Rías Baixas después de la Regata del Descubrimiento

 

Matasellos, folletos, platos conmemorativos, banderas… recuerdan una de las regatas más importantes de la historia de la navegación. Una regata que sirvió para que varios clubes a los dos lados del Atlántico estrechasen lazos e impulsasen la que acabó siendo la competición náutica más multitudinaria organizada hasta la fecha.

 

Matasellos, folletos informativos y platos conmemorativos de la Regata del Descubrimiento

 

Medio siglo después de su celebración, en el Monte Real Club de Yates de Baiona, germen de la competición, la rememoran como algo histórico, como uno de esos eventos merecedores de haber pasado a la historia de la vela mundial junto a otros hitos del club como el desafío a la Copa América de Vela.

Y al igual que “la noble villa de Baiona, antigua erizana céltica, tuvo la honra de ser la primera en anunciar, para asombro del mundo, el milagro del descubrimiento de las Américas”, el Monte Real Club de Yates tuvo la honra de ser el primero en organizar una regata en su honor, la más importante de la época y una de esas que siempre permanecerán en el recuerdo.

Es un reportaje de Rosana Calvo,
responsable de comunicación del MRCYB

 

 

Barcos de la Regata del Descubrimiento en el Monte Real Club de Yates – Foto Archivo Tony Román
Jubilee III con hidroavion llegando a Baiona – Regata del Descubrimiento 1972 – Foto Archivo Tony Román
El Dora IV de regreso a América tras la Regata del Descubrimiento – Foto Archivo Tony Román
El Buccaneer, el Etoile y otros barcos tras su llegada a Baiona – Foto Archivo Tony Román
El Dora IV en el que navegó Alfredo Lagos en la Regata del Descubrimiento en 1972 (Foto cedida por la familia Lagos)

REPORTAJE: Mujeres con viento en popa a toda vela

REPORTAJE DE ROSANA CALVO, RESPONSABLE DE COMUNICACIÓN DEL MRCYB

 

En este 2021, tras más de 40 años de competición, el Campeonato Gallego de A Dos, celebrado a comienzos de mes, tuvo a sus primeras campeonas gallegas. Por primera vez en la historia del trofeo, las mujeres pudieron optar a un título específico para ellas, una distinción que fue solicitada a la Real Federación Gallega de Vela por el Monte Real Club de Yates en el marco de su proyecto Vela en Femenino. Es una iniciativa que, a través de diferentes propuestas, busca acabar con las desigualdades que niñas y mujeres han sufrido en el mundo de la vela en particular y el mundo náutico en general. Unas desigualdades e injusticias que se remontan siglos atrás…

No mucho antes de la Revolución existía en Francia una ordenanza real que impedía a las mujeres embarcarse en los barcos de la Corona. Al igual que en otros muchos sectores de la sociedad, en el mundo náutico las mujeres estaban consideradas seres menos inteligentes y capaces que los hombres, y llevar a una a bordo suponía -según decían- un claro lastre para las expediciones. Había incluso quien, apoyándose en una antigua superstición marinera, aseguraba que las mujeres traían mala suerte a las embarcaciones, motivo por el cual debían quedarse en tierra.

Por suerte, ya por aquel entonces hubo quien no quiso aceptar esas desigualdades y se atrevió a saltarse las normas, aun corriendo el riesgo de ser descubierta y castigada. Disfrazada de hombre, la botánica francesa Jeanne Baret se embarcó, en 1767, en una de las naves que, bajo el mando de Louis Antoine de Bougainville, formarían la primera expedición gala en circunnavegar el planeta. Baret se convirtió así en la primera mujer en dar la vuelta al mundo a través de sus océanos, trayendo consigo, además, una colección de más de 6.000 especies de plantas (que hoy se conservan en el Museo Nacional de Historia Natural de París), lo que le valió la felicitación del mismísimo rey Luis XVI.

Fotografía de Jeanne Baret e ilustración de la botánica francesa vestida de hombre

Nunca sabremos cuántas mujeres se habrán tenido que echar a la mar vestidas de hombre a lo largo de los siglos ni cómo lograron engañar a los marineros de a bordo durante los largos meses que duraban las expediciones, pero lo cierto es que las hubo y que la mayor parte de ellas no aparecen en los libros de historia.

Doodle que Google le dedicó a la botánica francesa Jeanne Baret

Entre esas grandes mujeres que no han recibido el reconocimiento que merecen está la gallega Isabel Barreto de Castro. Nacida en Pontevedra en torno al año 1567, fue pionera en la navegación mundial al convertirse en la primera almirante de la Marina Española. En 1595 asumió el mando de la expedición que partió rumbo a las Islas Salomón pero, pese a llevar a un cronista a bordo (el portugués Pedro Fernández de Quirós), poco o casi nada se sabe del gran capítulo que esta mujer escribió en la era de los descubrimientos.

Isabel Barreto de Castro, la primera mujer que ostentó el título de almirante en la historia de la navegación española

Son solo dos ejemplos de los muchos que han pasado prácticamente desapercibidos en la historia de la navegación, en la que el dominio ha sido y sigue siendo claramente masculino. Hubo que esperar hasta el siglo XX para empezar a ver a mujeres ocupando puestos destacados en las embarcaciones. La rusa Anna Ivanovna Shchetinina se convirtió en 1935, con 27 años, en la primera capitana de la marina mercante.

Anna Ivanovna Shchetinina, la primera capitana de la marina mercante

En España, no fue hasta después de la Constitución de 1978 (que establecía la igualdad ante la ley de hombres y mujeres, sin discriminación de sexo) cuando las mujeres se pudieron matricular, por primera vez, en las carreras náuticas de las escuelas superiores de la Marina Civil.

La asturiana Ángeles Rodríguez fue la primera alumna en 1979 y se tituló como la primera oficial de la Marina Mercante en 1984. La canaria Mercedes Marrero fue la primera capitán en 1992, Idoia Ibáñez la primera capitán con mando, María Cardona la primera oficial de máquinas y Macarena Gil, la primera mujer que ejerció de práctico del puerto, una profesión en la que hasta 2015 -básicamente hasta antes de ayer-, solo trabajaban hombres.

El hecho de que en España no se permitise el acceso de la mujer a la formación náutica hasta 1979 hizo que muchas de ellas se incorporasen muy tarde al mercado laboral y es esa una de las causas, sumada a muchas otras relacionadas también con la discriminación (como la creencia de que las mujeres están menos capacitadas físicamente o preparadas para peligrosidad de la actividad), de que su presencia en el sector marítimo sea muy inferior a la de los hombres.

A pesar de estar metidos ya de lleno en el siglo XXI y de todos los avances vividos en las últimas décadas, las mujeres siguen siendo una minoría y apenas llegan al 2 por ciento del casi millón y medio de marineros que existen en todo el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo. No solo son pocas sino que, además, raramente (no llegan ni al 1 por ciento) ocupan puestos de alto rango jerárquico.

El mar se ha mantenido durante siglos ligado a la figura del hombre, que salía a faenar mientras que la mujer se quedaba en tierra a la espera, como ama de casa o como redeira, pescantina, conservera, comercializadora… en profesiones que se practicaban fuera del mar (y tenían un prestigio mucho menor), aunque estuviesen estrechamente ligadas a él.

En el apartado más lúdico y deportivo, el relacionado con deporte de la vela, la balanza también cae estrepitosamente hacia el lado masculino. En la actualidad, la cifra de deportistas federados en España supera los 17.000, de los cuales casi 14.000 son hombres, quedando reducida la presencia femenina a apenas 3.500 deportistas. Son apenas un 21 por ciento del total, y la cifra cae por debajo del 15 por ciento si contamos las que participan en regatas oficiales.

36 regatistas de España y Portugal compiten cada año en la Ladies Cup del Monte Real – Foto Lalo R Villar

Si bien es cierto que se han dado importantes pasos en pro de la igualdad en el deporte de la vela, lo cierto es que, al igual que sucedía en el sector marítimo, son aún muy pocas las mujeres que han obtenido un reconocimiento mundial por sus hazañas. De la mayoría de ellas, solo los realmente interesados en la materia sabrán reconocer sus nombres y sus logros.

Portada de la primera edición de A solas con el mar de Naomi James

Mujeres como la neozelandesa Naomi James, la primera que, en 1977, dio la vuelta al mundo navegando a vela, en solitario y sin escalas, batiendo además todos los records de velocidad; o Dee Caffari, que 2006 hizo lo mismo pero al revés, de este a oeste, por el considerado “camino equivocado”, en contra de los vientos y las corrientes dominantes en el globo; y que en 2009, tras vencer en la Vendée Globe (la vuelta al mundo a vela en solitario sin escalas ni asistencia), se convirtió en la primera mujer que, sola e impulsada por el viento, abrazó el planeta en ambas direcciones.

Dee Caffari celebrando la victoria en la Vendée Globe en 2009

Mujeres como Tracy Edwards que, con apenas 23 años, tuvo que esquivar las burlas de todos los que se rieron de ella por soñar con un equipo íntegramente femenino en la Whitbread Round the World Race (la vuelta al mundo de vela), en la que logró participar en 1989.

Tracy Edwards a bordo del Maiden en el que hizo historia

Cumplió su sueño a bordo del Maiden. No ganó, pero se convirtió en la primera mujer en recibir el trofeo al mejor regatista del año y logró que 12 mujeres estuviesen durante meses en el foco del panorama náutico mundial.

Su decisión y su valentía permitieron construir una puerta que volvería a abrirse hasta en cuatro ocasiones más, gracias a cuatro equipos que se lanzaron al mar para demostrar que las mujeres tenían mucho que decir en la vuelta al mundo. El Maiden de Tracy Edwards fue el primer barco íntegramente femenino en la hoy conocida como The Ocean Race, y a él le siguieron el Heineken (US Women’s Challenge) de Nance Frank y Dawn Riley en 1993, el EF Education de Christine Guillou en 1997, el Amer Sports Too de Lisa McDonald en 2001; y el Team SCA de Sam Davies en 2014.

Desde la primera edición de la vuelta al mundo en 1973 ha habido equipos -pocos- formados únicamente por mujeres, y mujeres -cada vez más- formando parte de equipos, siendo el caso más destacado el de Carolinjn Brouwer y Marie Riou, las primeras en proclamarse campeonas de una Vuelta al Mundo a vela a bordo del Dongfeng en 2018.

Y así, aunque con altibajos, la evolución de la presencia de la mujer en el mundo de la vela no se ha quedado ahí. Sin ir más lejos, en 2020 participaron en la Vendée Globe, la regata más exigente de la vela oceánica, 6 mujeres, todo un récord que nunca se había dado nunca en este desafío. Fueron las inglesas Samantha Davies, Miranda Merron y Pip Hare; las francesas Clarisse Crémer y Alexia Barrier, y la franco-alemana Isabelle Joschke.

El avance en términos de igualdad resulta evidente pero el trabajo no está -ni mucho menos- completo en el mundo de la vela. Prueba de ello son las múltiples iniciativas que, sobre todo en los últimos años, se han puesto en marcha a través de federaciones, clubes y equipos. Ligas femeninas, tripulaciones exclusivas de mujeres, actividades de formación y especialización diseñadas especialmente para ellas… lo que se busca es dar un mayor protagonismo a la mujer en un sector que históricamente la ha relegado a una posición secundaria.

La Ladies Cup es una competición 100 por cien femenina – Foto Lalo R Villar

En esa lucha se enmarca también el proyecto Vela en Femenino del Monte Real Club de Yates de Baiona, gracias al cual se formó un equipo íntegramente femenino para participar en las principales regatas de las Rías Baixas gallegas, se consiguió que la Real Federación Gallega de Vela crease un premio específico para mujeres en el Campeonato Gallego de A Dos, se organizaron actividades de navegación específicas para mujeres, se celebrará el 25º aniversario de la Ladies Cup y se espera poner en marcha varias iniciativas más en este 2021.

Desde el Monte Real creemos que el binomio mujer-mar sigue necesitando de apoyos e impulsos, que presencia femenina en el mundo de la vela necesita y merece seguir abriéndose camino, y que eso solo se logrará mediante el compromiso de todos con el fomento el deporte igualitario. Las velas ya están izadas, tan solo falta llenarlas de viento.

Es un reportaje de Rosana Calvo, responsable de comunicación del MRCYB

 

REPORTAJE: Medio siglo de Optimist en Galicia

REPORTAJE DE ROSANA CALVO, RESPONSABLE DE COMUNICACIÓN DEL MRCYB

 

· Cinco décadas después de haber organizado por primera vez en Galicia una competición regional de Optimist el Monte Real Club de Yates celebra este mes de febrero en Baiona una nueva edición del Campeonato Gallego de la clase

· A bordo del “Canario” y el “Tortuga” los hermanos José y Javier de la Gándara junto con Santiago Campos resultaran ganadores de aquella primera edición de la competición disputada en la bahía baionesa los días 22 y 23 de agosto de 1970

· En los Optimist traídos primero de Francia, después desde Barcelona y construidos finalmente en el Ferramentas y en Lagos para las Escuelas de Vela de La Foz y del MRCYB aprendieron a navegar muchos regatistas de la actualidad

· Aunque con el paso del tiempo fueron evolucionaron los materiales, la filosofía con la que se creó el Optimist sigue intacta y se mantiene como un barco sencillo que permite a los más pequeños disfrutar del mar y la vela

 

Grupo de Optimist en la bahía de Baiona en 1970 – Foto del archivo de Javier de la Gándara

 

El Monte Real Club de Yates de Baiona conmemorará a finales de este mes el medio siglo de vida de la clase Optimist en Galicia celebrando una nueva edición del Campeonato Gallego que el propio club acogió por primera vez en 1970.

A bordo del “Canario” y el “Tortuga”, los hermanos José y Javier de la Gándara resultaran ganadores (primero y segundo respectivamente) de aquella primera edición, que se disputara los días 22 y 23 de agosto de 1970 bajo el nombre de “I Regatas regionales Optimist – Campeonato Gallego”.

17 jóvenes regatistas de la Escuela de Vela de La Foz, el Real Club Náutico de Sanxenxo, el Real Club Náutico de Vigo, el Club Náutico de Panxón y el propio Monte Real se reunieran durante aquellos dos días de verano en la bahía baionesa para disputarse varias pruebas en un campo triangular de recorrido olímpico.

Javier de la Gándara y su Tortuga preparándose para el I Campeonato Gallego de Optimist – Foto archivo Javier de la Gándara

Tras los hermanos Gándara, el tercer puesto del podio de aquel primer campeonato de Optimist fue para el “Anduriña IV”, tripulado por Santiago Campos; Pablo Vasconcellos quedó cuarto a bordo del “Bayona II”; y el “Don Ramón”, de Ramón Alonso, del RCN Vigo, firmó la quinta posición.
Se entregó también entonces un premio especial al regatista de menor edad, que fue a parar a manos de Pablito Pereiro por “demostrar -según dicen las crónicas de la época- una gran pericia manejando a la perfección su mini embarcación”.

Con la celebración del primer Campeonato Gallego de Optimist, el Monte Real Club de Yates dio, en los comienzos de la década de los 70, el gran impulso para la consolidación de una clase que llegara a Galicia algunos años antes de la mano de Pepe Gándara, el padre del histórico Javier de la Gándara.

Gándara conoció este nuevo tipo de barcos en la revista estadounidense “Popular Mechanics Magazine” (distribuida en España bajo el nombre de “Mecánica Popular”), en la que se publicaron unos sencillos planos con los que, en principio, cualquier persona con algunas herramientas y un poco de maña, podía fabricarse su propio Optimist de madera.

Entrenamientos de los primeros Optimist en la bahía de Baiona – Foto del archivo de Tomás R. de Robles

Tras verlos ya construidos en Barcelona, Gándara decidió traerlos Galicia. Al primer Optimist que navegó en aguas gallegas en el año 68, lo llamó “Don Andrés”, en honor a su hijo pequeño. En el año 69 ya había en bahía baionesa (en la Escuela de La Foz que lideraba Antonio Ruiz) 15 unidades de estos nuevos veleros, conocidos como los “Ferramentas”, porque los construía un carpintero de Ladeira conocido por ese nombre, con velas de nailon fabricadas en una empresa de toldos de Vigo. Eran barcos con los que, durante los primeros años, solo navegaban en los meses de verano. Apenas un año después, ya con los Optimist asentados como pequeña flota en el Monte Real Club de Yates, se celebró el Primer Campeonato de Optimist de Galicia.

Recorte de prensa del Primer Campeonato de Optimist de Galicia en 1970

La prensa de aquel entonces felicitó al club baionés por “contribuir a crear numerosos jóvenes patrones que en el futuro van a constituir las dotaciones de los numerosos barcos de crucero con los que cuentan las unidades deportivas de la ría de Vigo”, decía textualmente. Y así fue. Porque aquellos niños son hoy algunos de los destacados regatistas que navegan en las rías gallegas.

Tanto la Federación Española de Vela como la Federación Gallega de Vela de la época, presidida por José Ramón Fontán, ayudaron a la consolidación de la clase en Galicia subvencionando la compra de numerosas unidades. Unos barcos que pasaron de las 3.000 pesetas (unos 18 euros) de los primeros “Ferramentas” a las 8.000 pesetas (unos 48 euros) que se pagaron por los de una mayor calidad y las 10.000 pesetas (60 euros) que costaban al inicio de los 70.

En otoño de 1971, solo un año después de la celebración del primer campeonato gallego de Optimist, en las competiciones de la clase en Baiona participaban cerca de una treintena de unidades, y no se tardó mucho tiempo más en superar los 60 optimist. En Galicia rondaban los 200 optimist (en la actualidad hay unos 400, de los cuales participan en competiciones oficiales unos 120). Entre los jóvenes regatistas de aquellos primeros años estaban José, Ángel y Javier de la Gándara, Pablo Vasconcellos, Jaime Varela, Alberto Torné, Rodrigo Andrade, César Casqueiro, Fernando Yáñez, Genoveva Pereiro, Ignacio Retolaza, Alfonso Zulueta o Piluca Presa, entre otros muchos.

Manuel Pereiro, Javier de la Gándara, Ramón Alonso, Pablo Vasconcellos, Jose Antonio Marquez y Jaime Varela – Foto archivo Javier de la Gándara

Los Optimist españoles se construían en Barcelona (La Industrial Velera Marsal), en Palma de Mallorca (los astilleros Copino y Darder), en Torrejón de Ardoz (Taylor Española) y aquí en Galicia, en los prestigiosos Astilleros Lagos de Bouzas (Vigo), de los que salieron gran parte de las unidades que navegaron a partir del año 70. Eran Optimist que se hacían a imagen y semejanza de los primeros barcos de este tipo nacidos en Clearwater (Florida).

Allí, en 1947, un grupo de niños “regateaban” por las calles de Clearwater con pequeñas cajas de jabón y una vela que fabricaban ellos mismos. El alcalde de la ciudad decidió prohibir esas regatas por las calles, para que no molestasen a la gente, pero se reunió con un diseñador de barcos, Clark Mills, al que le pidió que convirtiese las cajas de jabón en un barco para niños lo más barato posible.

Y así fue como nació el Optimist, el primer barco de vela cangreja y un solo tripulante que con el tiempo fue adquiriendo cada vez más fama, tanto nacional como internacional. En 1954 “saltó el charco” y se empezaron a construir los primeros en Europa, concretamente en Dinamarca; en 1962 nacía la Optimist Class Racing Association, en Inglaterra; y poco después se formó la Asociación Europea de Optimist. Finalmente, en 1995 el Optimist fue aceptado como clase internacional.

Los primeros Optimist eran de madera – Foto del archivo de Tomás R. de Robles

Aunque con el paso del tiempo han ido evolucionando los materiales con los que se construyen, lo cierto es que tanto la forma de los Optimist como su filosofía siguen intactas. Nació como un barco sencillo que permitiese a los niños disfrutar del mar y de la vela y, más de medio siglo después, ese propósito no ha cambiado.

Celebrar esa idea y las cinco décadas que cumple el primer Campeonato de Optimist disputado en Galicia en 1970 es el objetivo del Campeonato Gallego de Optimist – Trofeo Baitra que se disputará en el Monte Real Club de Yates a finales de febrero.

( Reportaje: Rosana Calvo, responsable de comunicación del MRCYB / Fotos: Archivo del MRCYB y cedidas por Javier de la Gándara, César Casqueiro y Tomás R. de Robles / Documentos: Astilleros Lagos / Recortes de prensa: Archivo de Javier de la Gándara y hemeroteca de Faro de Vigo)

 

El Tortuga y el Canario de los Gándara y el Eolo de Casqueiro – Foto del archivo de Cesar Casqueiro
Equipo de Optimist (Octubre 1971)- Foto del archivo de Cesar Casqueiro
Algunos de los primeros Optimist que navegaron en Baiona hace 50 años – Foto archivo MRCYB
En primer plano el Tortuga de Javier de la Gándara – Foto del archivo de Tomás R. de Robles
Pablo Vasconcellos a bordo de The Scotsman uno de los primeros Optimist en Galicia – Foto archivo MRCYB

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